Jenifer, la cuarta película de Masters of Horror, es una adaptación bastante fiel de una de las historietas más celebradas de la historia del cómic de terror, obra del guionista Bruce Jones y del legendario dibujante Bernie Wrightson, y publicada por primera vez en el número 63 de la revista Creepy en julio de 1974 (en España saldría aquel mismo año formando parte del número 38 de Vampus aunque muy censurada). Luego se ha reeditado muchas veces (en España también, Toutain la recuperó en diversas ocasiones) y aún hoy es muy conocida por los aficionados. Como ven, en esta ocasión he creído más destacable esta fuente que el hecho de que la adaptación que nos ocupa esté dirigida por Dario Argento, y eso a pesar de que Argento es, más allá de las típicas controversias que despiertan los artistas tan determinantes como él, un nombre importantísimo en el cine de terror. Mis razones son, por un lado que si “Jenifer” es uno de los mejores episodios de “Masters of Horror”, se debe a toda la fuerza del original, y por otro porque además aquí encontramos a un Argento especialmente comedido, se podría decir que incluso impersonal.
Argumento: Del director de: Suspiria, Phenomena y Opera. Frank es policia y un día, durante un descanso en el río, ve como un hombre intenta asesinar a una mujer. Frank lo mata y antes de morir este sólo pronuncia el nombre de la chica: Jenifer. Frank descubre que Jenifer tiene la cara desfigurada horriblemente y que no sabe hablar. Como nadie se quiere hacer responsable de ella decide llevarla a su casa con consecuencias inesperadas.
Ficha Técnica Pais: USA. Año: 2005 Duración: 58 min. Dirección: Dario Argento. Guión: Steven Weber según la corta novela de Bruce Jones. Intérpretes: Steven Weber, Carrie Fleming, Brenda James, Harris Allan,Beau Starr, Laurie Brunetti, Julia Arkos.
Respecto a la primera afirmación, y a remolque de lo que comencé diciendo sobre su fidelidad con el original, “Jenifer” tiene un guión perfecto. Si no han contado con Bruce Jones para realizar la adaptación de su propia historia (objeción que he visto hacer ya, no crean que lo digo por nada) y aún cuando Jones tiene experiencia en el medio, por ejemplo fue uno de los guionistas de “El autoestopista” (The Hitchhiker), aquella serie de los 80, se debe a que el interés en realizar este film parte del actor Steven Weber, a la postre protagonista del mismo y amigo personal de Mick Garris (creador y productor de estos “Mastes of Horror”) y sin ir más lejos el Jack Torrance de su versión televisiva de “El resplandor” (The Shining, 1997) de Stephen King. Weber ha declarado en alguna entrevista que siempre ha sido fan de la historieta original, que leyó de chaval en aquel Creepy ya clásico de la editorial Warren (los herederos espirituales de la mítica EC Comics), sin poder olvidarla ni siquiera de adulto. Además, el actor ya cuenta con alguna experiencia incluso como realizador al haber dirigido un par de episodios de la versión moderna de “Más allá del límite” (The Outer Limits, emitida una y otra vez por las cadenas autonómicas españolas). Es comprensible que Webber siempre hubiese querido hacer “Jenifer”, tanto como que Garris no le haya dejado dirigirla (hombre, muy master el chico todavía no es), pero que aún así haya visto su oportunidad de sacarla adelante con un guión suyo bastante esmerado. El contar con un Argento para dirigirla, como suele decirse, es miel sobre hojuelas. Me gusta mucho “Jenifer” porque es sencilla y a la vez da miedo, es fantástica y al mismo tiempo suele pasar. Jenifer es un monstruo, tiene un rostro que parece sacado de una de las ilustraciones sobre ghouls de Bernie Wrightson (¡bingo, su padre gráfico!) pero un cuerpo maravilloso que es puro vicio. Como una especie de mantis, esta mortífera criatura engancha a los machos a través del sexo, despertando en ellos primero ternura con su aparente indefensión, y luego un encoñamiento de carácter adictivo. La depredadora sexual se engancha a su nueva víctima y le hace arriesgarlo todo, perderlo todo, por un polvo (o por uno tras otro). Pero no es como Natasha Henstridge, la alienígena ninfómana de “Species” (1995, de Roger Donaldson), la fealdad facial de Jenifer, su mudez y su actitud desvalida hacen de ella una especie de niña que se entrega, despertando pasiones prohibidas menos confesables. Además, Jenifer no es mortal para el que copula con ella, sino para todos los demás que le rodean. Hiperposesiva, caníbal (en sentido literal y figurado), sin el menor indicio de noción diferencial entre bien y mal (inocente), entre vida y muerte, la niña con cuerpo de actriz porno y cara de zombie se introduce en la vida de uno y lo termina acaparando todo (y a todos los demás se los zampa, o les saca las tripas y se las zampa). A continuación se introduce el concepto de culpa, de responsabilidad: aquel enganchado al sexo duro de Jenifer se termina considerando cómplice de sus matanzas y de sus comilonas de carne humana. Lo último los celos: tanto los de Jenifer, que pide más y más, como los del macho adicto, que no puede simplemente correr, no puede dejarla: tiene que destruirla, porque en el fondo se trata de que sea “para él o para nadie”. Una de las escasísimas diferencias entre cómic y película, por cierto, está en ese final, o mejor dicho en la actitud ante el final: en el cómic el personaje sabe desde el principio cómo va a acabar, como en una tragedia; en la película sólo es el espectador el que lo prevé. En síntesis, esta historia tan corta lo tiene todo para ser un clásico: sexo mezclado con muerte, inocencia mezclada con lascivia, sangre mezclada con ternura, y sobre todo horror, reminiscencias necrofílicas, la llamada de algo horrible y excitante a un tiempo: como la propia y misteriosa muchacha, repulsiva en su cara pero a la que no puedes dejar de mirar aunque sea a las tetas, peligrosa pero a la que no puedes dejar de desear (y si no, ella se encarga de lo contrario con su manera de entregarse), irracional, natural. ¿Y Dario Argento, qué hace a todo esto? Su dirección en “Jenifer” es eficaz, absolutamente adecuada. Alguien podría soñar con un tratamiento más gótico, un mayor barroquismo en los escenarios, pero eso es dirección artística y producción, no es achacable al director. Este film marca un momento curioso en la filmografía del cineasta romano, ya que él rara vez suele rodar sobre guiones ajenos, y en cuanto a adaptar historias de otros medios, no lo hacía tampoco desde su internada en el universo de Edgar Allan Poe en aquel mano a mano con su amigo George A. Romero llamado “Los ojos del diablo” (Two Devil Eyes, 1990). Lo de Gaston Leroux no cuenta: su “Fantasma de la ópera” (Il fantasma dell'opera, 1998) está más basado en el mito cinematográfico en sentido general, que en la novela. En las películas más importantes de Argento, y mucho más aún en su pequeño puñado de Obras Maestras, lo argumental, lo narrativo, siempre se supedita a lo visual y lo atmosférico, como si pintara o compusiese sinfonías. Cuestiones como la coherencia de las historias o los cabos sueltos nunca le han preocupado al romano. Aquí sí, aquí por el contrario nos encontramos ante una película que es pura narrativa, pura historia, y que está filmada con mano invisible, sin las florituras de planificación, las grúas y las truculencias ópticas. ¿La menos argentiana de las películas de sus obras? Dario Argento ya tenía experiencia en el medio televisivo. En los años 70 realizó para la RAI la reputadísima miniserie Porta sul buio (1973), en la que dirigía personalmente un par de capítulos y producía los demás, dejados a manos de colegas tan próximos a su círculo como Luigi Cozzi (amigo personal, co-guionista y más tarde director por su cuenta de películas como “Star Crash” o “Contaminación: Alien invade la Tierra”) o Roberto Pariante (su segunda unidad en la época). Treinta años después, Argento aún recuerda bien el terreno que se pisa, y la diferencia entre un proyecto para cine y un proyector para TV. El hecho de que además se trate de su película más “divertida” y redonda desde “El síndrome de Stendhal” (La sindrome di Stendhal, 1996) de hace diez años (ha llovido), debería compensar la decepción que un fan sediento de su estilo inconfundible pudiera sentir ante este “Jenifer”. Además, la referida naturaleza del material que tiene entre manos, le brindan la oportunidad de filmar los fragmentos de metraje más explícitamente eróticos y carnales de toda su carrera: no sólo generoso en los desnudos de Jenifer, sino incluso abierto en las acciones sexuales de la joven o de la joven con el protagonista. Tanto es así, que hay un par de escenas que fueron censuradas y que al parecer sólo se han recuperado en los extras del DVD americano (ignoramos y dudamos si también en el que editen aquí), ambos momentos que aludían de forma clara al sexo oral. Y el estar ahí también le permite invitar al ex Globin Claudio Simonetti a componer la banda sonora. Hay quien dice que el capítulo resulta muy televisivo. Yo pienso que la fotografía de Attila Szalay, responsable del look de muchos episodios de “Expediente X”, compensa mucho eso. Además pienso que ser televisivo no es necesariamente malo, sobre todo en televisión. También pienso que si a mucha gente este capítulo les suena poco imaginativo, se debe a que trata uno de los temas eternos, el de la “atracción fatal”. Por último, necesito rendirle homenaje a Carrie Fleming, la actriz que hace de Jenifer con todo ese maquillaje, y que bajo él, en la vida real, es toda una belleza, tanto como deja intuir su cuerpo, que sí hemos visto, y mucho más que otras petardas de moda.
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