Argumento
Del director de Poltergeist y La Masacre en Texas.
Después de la tercera guerra mundial, muchas ciudades han desaparecido y mucha gente ha muerto en la guerra. Peggy regenta un café con su madre en una de la zonas habitables de la ciudad mientras tratan de reponerse a la muerte del padre y la hija mayor. Un día aparecen en café unos jovenes que pertenecen al lado oscuro de la ciudad y Kate los echa, no sin que antes Jak, uno de ellos, consiga una cita con Peggy esa noche para enseñarle la parte oscura de la ciudad y la macabra "danza de la muerte".
Ficha Técnica
Pais: USA
Año: 2005
Duración: 59 min.
Dirección: Tobe Hooper
Guión: Mick Garris
Intérpretes: Jonathan Tucker, Jessica Lowndes, Ryan McDonald, Marilyn Norry, Lucie Guest, Robert Englund, Margot Berner,Erica Carroll
Para mi la PEOR de la temporada.
Que el autor de una de las películas más importantes e inspiradas de la historia del cine de terror como es La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Masscare, 1974) fuera un maestro del terror, habría sido un hecho indiscutido si la cuestión se hubiese planteado hacia 1986, cuando el director acababa de finalizar la secuela oficial de su imitadísima opera prima: La matanza de Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2). A su espalda quedaba una estela de perlas de lo macabro como son Trampa mortal (Eaten Alive, 1977), la miniserie El misterio de Salem's Lot (Salem's Lot, 1979), La casa de los horrores (The Funhouse, 1981), la producción spielberiana Poltergeist (1982) o Lifeforce: fuerza vital (Lifeforce, 1985), que si bien nunca llegaron a la irrepetible genialidad extremecedora de "La mantaza de Texas", sí volaban a alturas elevadas y tienen sus propios lugares en la historia del género. Sin embargo, algo pasó a continuación, algo inconcreto, como uno de los mayores misterios de éste, nuestro mundillo. y Tobe Hooper comenzó a no dar ni una a derechas, abriendo una etapa oscura, decadente y aburrida de casi dos décadas de duración, en las cuales el director perpetró bodrio tras bodrio, mezclando trabajos televisivos no muy destacables (flojos capítulos de "Cuentos asombrosos", "Las pesadillas de Freddy", "Cielo negro", "Al otro lado", etc) con películas cada vez más próximas al formato telefilm, anodinas y muy vulgares, como "Combustión expontanea" (Spontaneous Combustion, 1990), "Peligrosa de noche" (I'm Dangerous Tonight, 1990), "The Mangler" (1995) o "Crocodile" (2000). Hace apenas dos años ya nadie daba dos centimos por Hooper, las rentas de "La matanza de Texas" estaban más que agotadas, y la santa paciencia de sus fans asesinada con el veneno del aburrimiento de una larguísima espera sin objeto. No se trata, como en algunos casos (Sam Raimi, Peter Jackson, etc) de que el realizador hubiese cambiado de género o de estilo, ni como en otros (George A. Romero) de que durante bastantes años no consiguiera rodar apenas nada, se trata más bien de una fase de pasmosa y femomenal falta de inspiración, de un caso de cancer de creatividad, quizás de un tedio de corte depresivo. Nunca lo sabremos, y menos aún lo entenderemos. O sí, no descartamos el hablar algún día con él y desentrañar juntos esta época en negro. Como fuere, de 2004 a esta parte existen ciertos signos de desperezarse tanta fatiga, no de una recuperación a lo grande, tal vez Hooper no volverá jamás a hacer una película como "Lifeforce" siquiera, pero sí una tímida mejoría mediante la cual el otrora Rey del Terror se reciclaría en un mero guerrero del cinema bis de consumo, un trabajador del horror capaz de nutrir las estanterías del videoclub de productos por lo menos entretenidos o poseedores de algunos elementos remarcables, como constatan sobre todo la infravalorada The Toolbox Murders (2004 me niego a llamarla por su título español de distribución) o algo menos Mortuary, su film de 2005. La carrera de Tobe Hooper en este punto se podría representar en una parábola inclinada que le conduciría de un altísimo Olimpo, en el que habría estado con los dos primeros compañeros citados al final del primer párrafo, Carpenter y Argento, a una situación simpática y artesanal en la que se podría juntar con el tercero, Larry Cohen, y ello pasando por el erial de su peor época. La mejoría de nuestro director lo es sobre todo en las formas, los contenidos siguen sin aportar gran cosa, no hay revoluciones ni evoluciones, pero desde "The Toolbox Murders" nos hemos reconciliado con un maestro de los ambientes lúgubres y sórdidos, alguien que sabe poner en escena un mal sueño. Por ese gesto sabemos que es el mismo, a pesar de todo, porque todo el mal rollo de "La matanza de Texas", "Trampa mortal" o "La casa de los horrores" está de nuevo en el edificio de "The Toolbox Murders" o en el sótano de "Mortuary". Si no hay otra cosa, por lo menos hay eso, que no está mal. En esas aparece Dance of the Dead, tercer capítulo de Masters of Horror, que cuenta con el aliciente de que el guión está escrito por Richard Christian Matheson, hijo de Richard Matheson y prestigioso escritor de relatos de terror también él por su parte, aunque aquí se base afectuosamente en un relato corto de su padre. El punto de partida del film es bueno: nos introduce con apenas tres pinceladas en una sociedad post-apocalíptica que acaba de sobrevivir a una guerra con armamento químico que habría detonado una especie de epidemia zombie a la que los supervivientes han aprendido a adaptarse. Peggy es una joven inocente que vive con su dominante y paranoica madre atendiendo con artificial cotidianidad una cafetería que parece aislada en medio de la enfermedad y la locura, como el edificio de vecinos de Delicatessen (1991, de Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet). La llegada de dos punkies cazadores de sangre de ancianos (Jonathan Tucker y un alucinado Jack Black) que luego venden para fabricar antídotos contra la epidemia, desvarata por completo su realidad; atraída por uno de ellos, despierta en ella el ansia de libertad y de ver el mundo real. El chico, rebelde y superviviente, le enseña el placer de la evasión de las drogas, y la lleva a The Doom Room, un antro regentado nada más y nada menos que por Robert Englud, maestro de ceremonias de un espectáculo sádico con el que la gente, insensibilizada, se desahoga: la llamada "danza de los muertos", que no es otra cosa que los espasmos de los zombies, a los que burlonamente llaman loopis, impotentes e inofensivos, antaño personas como las demás, al son de descargas elécticas que les hacen agitarse hasta en el suelo... La historia maneja muchos elementos y muy impactantes. De todos los capítulos de "Masters of Horror" éste es quizás el más oscuro y enfermizo, desde luego el que maneja un background más profundo, con una estética guarra que hace creible ese futuro desolador, y escenas tan inolvidables como la de esos empleados de limpieza que llevan pilas enteras de cuerpos de loopis todavía vivos, desnudos, con los ojos abiertos y las bocas gritando, y los arrojan en contenedores de basura a los que luego prenden fuego. O tan fuerte como el concepto ven sí de la "danza de los muertos", el deprimente patetismo del contoneo de los zombies, la euforia de la masa ansiosa de carnaza y diversión inconsciente, como los que disfrutan con un linchamiento o un espectáculo de maltrato animal. Un mundo triste, deprimente, en el que los vivos carecen de toda esperanza y solo se evaden, en el que han asimilado como normal la convivencia con los loopis o con los quemados afectados por las armas químicas.
En la historia se detectan algunos elementos de "Soy leyenda", la novela de Richard Matheson el padre, y tal vez podría desarrollarse en el periodo anterior a lo narrado en el libro, durante la decadencia y extinción de la humanidad y mientras se está creando una nueva raza, los vampiros, o llámense loopis o como se quiera. La atmósfera cyberpunk contribuye a que todo parezca una pesadilla, y en esto Tobe Hooper vuelve a ofrecer una clase práctica de lo que constituye el fuerte de su talento. En realidad, en todo el capítulo apenas si se vislumbran un par de callejuelas de suburbio de lo más normales, el decorado de la cafetería y cómo no, The Doom Room, que podría ser cualquier discoteca de gótico o de metal de nuestros días. Sin embargo, existe una cualidad malsana en "Dance of the Dead", conseguida a través de la foto, la puesta en escena y el storyboard, que sugiere mucha más mugre de la que se muestra en el plano, al igual que en "La matanza de Texas" se imprime en la mente del espectador mucho más gore y salvajismo de lo que en realidad se ve de manera explícita, y que contagia una impresión de repugnancia, de malestar ante lo que se sugiere aunque no se ve. En "Dance of the Dead" están algunas de las piezas más valiosas de toda la serie "Masters of Horror", y varias de sus mejores secuencias. Si el capítulo, como paradoja, no destaca en su resultado final, es por culpa de un par de decisiones erradas, típicas en el quiero y no puedo de este nuevo Hooper: por un lado, toda el poder opresivo de su guión se derrocha en un desarrollo que no representa más que una típica historia de conflicto generacional, con "rebeldes sin causa" incluidos. Es decir, todo el escenario creado, toda la tensión y el agobio generados en ese infierno apocalíptico, sirve al final como marco para una historia que no tiene todo el interés que debiera. En segundo lugar, Tobe Hooper ha querido jugar aquí con el montaje a dárselas de una modernidad insólita en él y completamente equivocada. El plano hipercorto, la transición sincopada, la imagen que tiembla, el fotograma que zumba, como si el americano se hubiese empapado de los peores vicios repetitivos de nuestro Balagueró o creyera estar trabajando para "C.S.I.".
Una fotografía fría y metal se alia con estos experimentos para reforzar la evocación de videoclip, impresión reforzada por la machacona musica cañera de rock industrial compuesta por Billy Corgan, el que fuera lider del grupo The Smashing Pumpkins, y que también hace un cameo en la película "berreando" como lider del grupo que toca en vivo en The Doom Room. Un look post-industrial, sí, que rememora la música de grupos como Front Line Assembly o Fear Factory. Como un traje feo hecho de patrones perfectos, el cómputo final, entre aciertos parciales y fallo generalizado, es un tanto pálido y agridulce, aunque para mí aprobado.
Tiene la misma musica que Imprint....well sigue asi me gustan las reseñas^^
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