Haeckel’s Tale es el telefilm más delirante y bizarro de la primera temporada de Maters of Horror junto con Imprint, de Takeshi Miike. El guión del mismísimo boss Mick Garris, artífice y creador de la serie, está basado en un relato homónimo de Clive Barker que cerraba la reciente antología de autores variados “Dark Delicacies” (publicada por la editorial Carroll & Graf, compilada y prologada por Dell Howison & Jeff Gelb, y que lleva por subtítulo “Original Tales of Terror and the Macabre by the World's Greatest Horror Writers”, e inédita en España, cómo no) y constituye así una manera más que justa de que el escritor y director autor de clásicos como “Hellraiser” (1986) o “Razas de noche” (Nightbreed, 1990) tenga al menos una presencia testimonial entre los “maestros”. El relato en cuestión es un pastiche equidistante entre la afectación gótica y el penny dreadful más descarado y grotesco, en el que un arrogante Frankenstein en busca del secreto de la vida acaba viéndose mezclado en una demencial noche de sexo con zombies. A aquel lector que en este momento me odie por destripar así el argumento, le he de dar la razón y le pido disculpas, pero no se me ocurre ninguna otra forma de describir esta locura sin hablar claro. Respecto a la adaptación de Garris, su entrenamiento de años siéndole fiel a su amigo Stephen King, le han servido para estar aquí igual de aplicado y leal al texto, pero King y Barker son dos escritores muy distintos, y el cineasta no le ha terminado de coger el punto a las variopintas constantes del escritor de Liverpool, en especial su aficion al sexo raro y ese tonillo en el que uno nunca puede separar hasta donde es humor y hasta donde habla en serio, lo que se traduce en que este Masters of Horror empieza de una manera, prometiendo que va a ser una cosa muy formal, y termina en chascarrillo digno de Tales from the Crypt, epílogo incluido.
Argumento
Del Director de "Henry, retrato de un asesino" y "Juegos Salvajes": Cuando Ernest Haeckel busca aislarse en medio de la naturaleza, en una remota cabaña en los bosques de Nueva Inglaterra, sólo recibe una explícita instrucción por parte de su casero: no importa lo que oiga, no puede salir de la cabaña. Pero Haeckel oye los llantos de un niño entremezclándose con horripilantes sonidos guturales, y desobedece la orden, pasando a verse inmerso en el mundo de los muertos. Basada en un relato de Clive Barker.
Ficha Técnica
Pais: USA
Año: 2006
Duración: 59 min.
Dirección: John McNaughton
Guión: Mick Garris
Intérpretes: Derek Cecil, Leela Savasta, Tom McBeath, Steve Bacic, Gerard Plunkett, Micki Maunsell, Jon Polito, Jill Morrison
Así, la primera parte del capítulo es recargada y atmosférica, y nos trae ecos de la historia de los ladrones de cadáveres William Burke y William Hare, inmortalizados en el relato de Robert Louis Stevenson (adaptado al cine en los cuarenta por Robert Wise en una de aquellas maravillosas producciones Val Lewton para RKO: The Body Snatcher), tanto como de la celebérrima novela de Mary Shelley y otros referentes de las tradiciones gótica, romántica y victoriana. A continuación se comienzan a introducir elementos más extravagantes, el arrongante antihéroe romántico resulta más metepatas de lo esperable, y se inicia un viaje hacia lo grotesco y lo surreal que serpentea por territorios limítrofes entre el cuento de hadas oscuro (no extrañaría nada encontrarse también la casa de chocolate de una bruja) y la fantasía pre-surrelista de "El manuscrito encontrado en Zaragoza" del conde Potocki. Pero finalmente,y como ya se ha dicho, todo se deriva hacia el tono de los cómics de la EC y el humor pachanguero de su (última) adaptación televisiva: "Historias de la cripta". Lamentablemente, el arco descrito por cada una de las fases es muy fácil de clasificar en cada punto, y su trayectoria descendente de manera muy clara, por lo que la impresión que queda al final es la del chistecito, y todo lo visto se revela muy insatisfactorio. Tan insatisfactorio, que por lo que a mí respecta estamos ante otro de los capítulos flojos de "Masters of Horror", no tanto por su locura, ya que no encuentro nada malo en la locura en sí, sino por esa tendencia a aparcar elementos y a la reducción, aunque sea a la reducción al absurdo.
Previsto en un principio para que lo dirijiese George A. Romero, al apearse éste de la serie (por problemas de calendario) se echó mano al "banquillo", dijo sea sin ningún tipo de menosprecio. John McNaughton es el clásico caso de director sobrepasado por su mayor éxito, que para colmo era también su opera prima: Henry, retrato de un asesino (Henry: Portrait of a Serial Killer, 1986). Con un arranque así, una carrera no puede hacer otra cosa si no decaer e instalarse para siempre por debajo, como un atleta adolescente que batiera una plusmarca la primera vez que corre, y cuya trayectoria posterior, años y años de esfuerzo, sólo deparase eventuales victorias sin sabor a inmortalidad. Este encasillamiento será injusto, pero no de balde: “Henry” es una de las películas más determinantes en la historia reciente del cine de terror, y uno de sus mejores films en décadas, por no decir de siempre. No hay que extrañarse por lo tanto si veinte años después los nombres de director y película siguen ligados de manera inexorable, y que si bien en la obra posterior de McNaughton sólo volvió a acercarse otra única vez al género, en “Mutación asesina” (The Borower, 1991), todavía se le considera, más con el instinto que con la cabeza, “uno de los nuestros”. Ha sido todavía por “Henry” que le hayan invitado a estar aquí, en Masters of Horror, y no por las muy estimables “La chica del gangster” (Mad Dog and Glory, 1993), “Juegos salvajes” (Wild Things, 1998) o un estudio de personajes tan apasionante como “Normal Life” (1996). Con todos los honores, imposible que sea menos merecido, el director se ha avenido a recoger otro premio, la corona de laurel de estar en esta serie, y se ha vestido de lo que es y siempre será: el director de “Henry, retrato de un asesino”, para juguetear complaciente con el género de terror, apuntarse un trabajo televisivo más de los que le dan de comer en los últimos años, y de paso divertirse un poco, como sólo se puede divertir uno cuando le cae en las manos un disparate de historia como la que acabamos de ver...
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